Soy..

Soy la foto que hiciste con los ojos del lugar mas bonito encontrado.
La pua de la suerte del peor cantante en una barra de Madrid.
La pluma de la voz que nunca grito porque nació susurrando.
Las obras de arte que me robaron la mirada.
Y los versos de Miguel Hernández entre los de Diego Ojeda.
Y solo lo intento reflejar..

jueves, 21 de abril de 2016

La mujer de los precipicios.


Caía el atardecer en una de las estrechas calles de Madrid, por allí paseaba una mujer, cuyos ojos todavía no han podido olvidar los poetas. Eran azules como el mar de las costas cantábricas que bañaba  las conchas de la arena. Se podría decir que era una mujer guapa, aunque el tiempo la había pasado factura a las comisuras de la cara, pese a que de edad no contaba con mucha, recuerdos tenia, para rellenar dos vidas. Cada noche la mujer se asomaba al balcón de su pequeña casa y miraba a la pared de enfrente, en la que a veces si los vecinos tenían encendida la luz se podía reflejar lo que hacían en sus vidas diarias. Por encima de su cabeza oía a una pareja, que no estaban casados, pero que vivían como un matrimonio y las deudas les ahogaban cada mes.

Mientras que debajo de sus pies encontraba una familia numerosa, con abuelos incluidos y unos chiquillos, a ellos también les había pasado por sus vidas la desgracia y vivían casi seis personas en una casa que serviría como mucho para tres. Mientras ella veía como se transcurría la vida de estas gentes transcurría la suya propia, y cuando las luces se apagaban se quedaba mirando al cielo de Madrid, que por la contaminación no dejaba ver nada y cada vez que rozaba sus largos y afilados dedos tocaba un collar que llevaba al cuello, era ya casi como un amuleto, y recordaba, como había acabado ella allí. Ella que estaba destinada a triunfar, ella que estaba destinada a el. Y es que sin el se la habían ido las ganas de vivir y de luchar. Ahora si amigos, ahora quizás deba empezar a contar la historia de esta mujer y porque el titulo de esta historia la otorga los precipicios.

Era un día lluvioso en las calles de Madrid, eran tan lluviosos como sus ojos, pero lo había hecho, vaya si lo había hecho. Se sentó en la barra de un bar. En el que un músico del que ella poco sabia, pero la gustaba su voz rasgada. Era casi como estar en casa.

-Como estar en casa...; dijo pero esta vez en voz alta.

-¿Perdona?; la dijo el camarero con los ojos mas oscuros que creía recordar.

-Nada, nada solo decía que... Decía que... Bueno que ese chico canta muy bien.

-Ah el, si es la estrella de la casa.

-¿Tiene algún disco?

-Que va, pero si un montón de sueños que seguro que se harán realidad.

-Vaya... ¿Me pones un café?

-Depende.

-¿Como?

-Solo si me vuelves a sonreír así.

Y después de estar un rato allí se fue, había olvidado durante un rato que llovía y hasta su vida, y se prometió volver allí.

Al día siguiente volvió, solo que esta vez la chica traía maquillaje y unos ojos mas tristes que los del otro día.

-Vente conmigo.

-¿Como?

-Si vienes conmigo te prometo que ni en una ensoñación sonreirás tanto a la vida.

-Yo... No te conozco.

-Ni yo a ti, pero tienes una necesidad de escapar y yo tengo la vía de escape.

Y se hizo de noche entre café y café, y ella escapo y huyo con el.

-Esta es mi casa; dijo llevándola a un pequeño piso de Madrid con vistas a una pared; me gusta llamarla el bosque, por eso esta pintada de verde.

Y así era y ella le sonrió y dijo.

-A mi me gustarla pintar una playa.

Y se enamoro perdidamente de ella, y pinto una playa en su casa. Nunca se casaron, pero el llevo la investigación de los anillos mas asequibles a su bolsillo, al final a modo de unión la regalo un pequeño colgante que se abría. 

Dentro había la foto de una aurora boreal. Para que el día que vayamos compruebes si son tan bonitas, dijo el.

Y así pasaron los años, no viajaron, no se casaron, no tuvieron hijos ni tiempo. Un día un cáncer toco a la puerta de el, y la muerte como siempre se lo llevo.

El que la quería más que a su propia vida no aguantaba verla sufrir de nuevo. Así que se despidieron, y tras despedirse de ella el dijo adiós a la vida.

Poco la consolaba hasta que un día llego el músico de su pequeño bar., y la dio una carta.

Ella emocionada la abrió, en la carta decía lo siguiente.

Creo que me enamore de ella desde el día que nació, de sus silencios, de sus ojos y de su sonrisa. Me enamore de ella por ocultar lo valiente que era. Me enamore de ella por su costumbre de pisar las piedras de los acantilados de pequeña, me enamore de ella porque el día en que le puso una denuncia al demonio que tenia como pareja, entro en mi bar. Y

Solo se preocupo de un pobre chaval que tocaba la guitarra y cantaba con una voz rasgada. Creo que era la mujer de los precipicios porque cada vez que me miraba, me hacia caer por uno. Creo que pensaras que estoy loco cuando escribo esta carta mientras decido que café ponerte, y que te controlo, porque se cada paso que diste en tu niñez.

Creo que te conozco de otra vida y que en esa vida al igual que los vecinos de arriba se reconcilian entre cada factura y los de abajo ríen cuando no entran en la cama, me enamore de ti.

La carta llevaba su firma y la fecha del primer día que ella entro en el bar. A día de hoy ella se levanto de la ventana y se esfumo.

Sus familiares llamaron a la policía, que abrieran una investigación. Algunos dicen que se suicido, otros dicen que empezó a beber.

Yo os digo que cada vez que paseo por el bosque, me parece ver una mujer cuyos recuerdos la han hecho arrugas en la cara y con los ojos mas azules que se puedan recordar, paseado por un precipicio.

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