Fuego.

Hoy no traigo poesía, ni cuentos que martiricen mi conciencia. Mas bien pensamientos que se agolpan en la mente intentando abrirse hueco entre el desorden de mis sentimientos.
Nos pasamos la vida, soplando velas, apagando fuegos.
Encendiendo cigarros y pisándolos al tiempo.
Ardiendo en deseos y apagándolos al soplar.
Y yo entre tanto desorden, me pregunto por que no encendemos el fuego. Creamos chispas, encendemos la vela y esperando a que caiga la ultima gota de cera, ahí si, pedimos el deseo.
Encendiendo cigarros y que sean eternos, que se quede colgado de la boca y que se consume con el tiempo.
Ardiendo en deseos y quemándonos tanto por cumplirlos que no nos importe ser incendio.
Que no me importe arder, si es a lo que siempre le he tenido miedo.
Que quiero hacer de la vida una revolución en la que deje de pedir deseos y empezar a cumplirlos, abalanzarme sobre la felicidad como si de mi ultimo amor se tratara.. O mas bien el primero.
Que paremos ya de tanta hipocresía, de tantos falsos sueños. Que te cuelgues de una sonrisa, que enciendas los días y que apagues las noches, y que cada segundo lo lleves a que sea una poesía.
Que sonrías por lo que tienes y no por lo que te falta, que es fácil decirlo y es mas aun hacerlo.
Que la lluvia siempre traerá flores, el invierno abrazos, y la guerra , mejor , si es la de nuestros labios.
Abrazar , como si no hubiera un mañana, reír como si fuera el último día.
Y sobre todo, empezar a encender fuegos, para que todo esto.
Se haga realidad algún día.

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Sonrisas.

Seria demasiado injusto,
que una persona muriera.
Cada vez que tu decides,
mostrar tus dientes en señal de peligro.
Alterando cada uno de mis latidos.
Seria demasiado injusto,
que colgarse de una sonrisa,
conllevara ahorcarse cada vez que le miras.
Que cada vez que tu fueras feliz.
Se revolucionara mi poesía.
Que me importaran tan poco,
las leyes de educación,
si la única lección que me servía,
era imaginarme como sonreías.
Que me importara tan poco,
la hora que marcaba mi reloj.
Cuando de segundos me olvido,
cada vez que me miras.
Dímelo tu,
si seria injusto, que me quisiera matar en una curva.
Clavarme tus clavículas.
Rajarme las heridas,
por si quisieras curarlas con tu saliva.
Dime si seria justo,
no haberme enamorado a primera vista.

Me he vuelto a abrazar a mis lobos.

Me he clavado cristales,

cada noche que salía a buscarte.

Queriendo matarme,

buscando enamorarte.

Apagando las velas,

del mechero de tus yemas.

Buscando mi deseo,

ese que se quedo una estrella.

Y que calle quien diga,

que no haría un suicidio de trapecista,

bailando sobre sus costillas;

matándose en cada vertiente;

rompiéndome cada noche en tinta,

por cada vez que pensaba en tus pupilas.

Permíteme que en mis versos,

me descalce.

Me confié,

me amarre.

A la curvatura de la sonrisa,

que me amarre,

a la boca de mi lobo.

El que siempre,

al bajar la luna.

me abrazaba, porque lloraba por su musa.