Tengo las pestañas enredadas en tu pelo,
y la boca desgastada de despedidas que no he recibido.
Y se me atraganta la saliva,
en la garganta ajena.
Y ya no se de que color son los ojos del cuervo.
Igual se los ha arrancado,
para dejar de amar a la sorda del banco,
que no le escucha cuando la canta su desolado llanto.
Y la sordomuda, en su silencio,
se arrancaría la voz.
Para que pudiera notar algo,
el ciego de la plaza, del que lleva enamorada,
mas años que el viejo que alimenta a las palomas.
Pero el ciego no escucha a la muda,
solo escucha a un pequeño cuervo cantar,
de la cual sus sonidos le tienen hechizado.
Y así ocurre, el cuervo enamorado de la sordomuda,
la sordomuda enamorada del ciego.
Y el ciego del canto de un pájaro,
y la vida baila como burlándose de ellos,
para que solo se puedan tener,
en sus sueños.
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