Me he clavado cristales,
cada noche que salía a buscarte.
Queriendo matarme,
buscando enamorarte.
Apagando las velas,
del mechero de tus yemas.
Buscando mi deseo,
ese que se quedo una estrella.
Y que calle quien diga,
que no haría un suicidio de trapecista,
bailando sobre sus costillas;
matándose en cada vertiente;
rompiéndome cada noche en tinta,
por cada vez que pensaba en tus pupilas.
Permíteme que en mis versos,
me descalce.
Me confié,
me amarre.
A la curvatura de la sonrisa,
que me amarre,
a la boca de mi lobo.
El que siempre,
al bajar la luna.
me abrazaba, porque lloraba por su musa.
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