LUCECITA DE NAVIDAD
Había una vez… una lucecita de navidad. Lucecita de
navidad está triste. Todos los años cuando hace frío la sacan de esa enorme
caja polvorienta, donde están esas bolas tan brillantes y esas ruidosas figuras
que no paran de parlotear. Se llaman pastores y siempre están con el mismo tema
¡El niño que ha nacido! ¡Qué pesados!
¡Pero fuera ya hace mucho frío! ¡Y ya la van a sacar!
O eso pensaba ella. Este año se ha quedado sola. Lucecita de navidad tenía
muchos amigos y familia. Todos vivían en el mismo cable. Ella era de color
rojo, pero no todos eran así. Sus tíos eran verdes, sus amigos azules… Y ese
lucecito tan guapo del cable de más abajo ¡amarillo! ¡Estas navidades sus
bombillas latirían al unísono! Hasta que lucecita se cayó. Y se quedó sola en
la caja
- ¡Oh no! - grito- ¿Y ahora qué haré?
No le gustaba
estar en ese frondoso árbol en el que no se veía nada de la casa, pero claro,
allí tirada ¡ni hablar! Y lucecita se puso muy muy triste.
- ¡Ayuda! ¡Ayuda! - Exclamó
Pero ya era tarde. Ninguno la oía. Fue entonces cuando
algo la elevó por el cielo. ¡Era un humano! ¡Pero no uno de esos humanos
gigantes que montaban el árbol! Era uno de los chiquititos. De los que se
divertía adornándolo.
- ¡Papá! ¡Papá! - Oyó Lucecita de la voz del humano
pequeñito- ¡Esta luz se ha caído!
-Bah… tírala a la basura, si hay muchas. - Respondió
el humano grande.
- ¡NOOOO! -
Lucecita casi se funde del susto.
- ¡He tenido una idea mejor papá!
Y el humano pequeñito se llevó a Lucecita al mismo
sitio donde estaban los pastores, esos tan pesados. Lucecita abrió mucho los
ojos. Había un niño recién nacido, reyes… ¡Menuda fiesta!
-Mira papá la voy a poner aquí! Encima del árbol del
belén y así guiará a los Reyes Magos.
Lucecita no se lo podía creer. Quería gritarle al niño
que millones de gracias, pero sabía que no podía escucharle. Los humanos no
tienen esa magia.
Pero justo antes de colocarle el niño se acercó y
susurró:
-Tranquila, después de navidad te pegaré con cinta
aislante y estarás con los demás. Y le guiño el ojo.
Lucecita le dio las gracias y de la vergüenza se
sonrojó y se encendió.
Y colorín colorado… Este cuento se ha acabado.